viernes, 10 de abril de 2015

SDLD - Cap.3 b)

Hola nubecitas esponjosas:

¿Que tal han ido las procesiones de semana santa? Espero que todo bien. Yo un poco de todo: Fiesta, Constipada, Amigos, Soledad, etc etc. Tampoco puedo escribir mucho (tengo un dedito fastidiado xd), ya sabeis, soy Maria Dolores jaja.

Vayamos al grano: Os traigo la continuación de SDLD. Ha sido complicado. Muy complicado. Esta parte tenía muchas erratas, encontronazos de ideas, cortes extraños, cosas que no tienen ni pies ni cabeza. Escribí este trozo y lo que sigue con tres documentos abiertos, más el que escribía. Ahí os lo digo todo jaja. Y con la BSO de HTTYD jajaja

Espero que lo disfruteis.
Saludos
P.D. En este trozo no pondre todavía nada del pasado, pero pondre señales y os avisaré la primera vez que lo ponga, para que os deis cuenta. <3
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Delante de la casa de Nubia se encuentra el extenso bosque, uno de los límites del pueblo. De una longitud más inmensa que los hogares en sí, la arboleda es una gran fuente tanto de cobijo como de alimentación para varios animales, además de una gran fuente de energía para todo aquel con algún poder mágico. Por ello, para poder mostrarle a Olivia la verdad, tenía que estar en ese lugar. Pero estaba realmente nervioso. Sería la primera vez que le mostraría a Olivia lo que es, lo que es capaz de hacer y también, lo que es capaz de hacer ella.
Por otra parte, Olivia seguía sin entender la extraña actitud de su amigo, que le agarraba de la muñeca, guiándola entre los árboles, sorprendentemente ágil. Cuando por fin la soltó, se encontraba en una pequeña explanada con unos pequeños troncos de diferentes tamaños cortados a una altura perfecta para poder sentarse. Tragando saliva y con Maiga dándole la espalda, Olivia habló, nerviosa.
            - Bueno, ¿Me vas a decir de una vez que está ocurriendo?

No obtuvo respuesta. Exasperada ante la situación, lo agarró por el hombro con la intención de obligarlo a girarse pero, fue Maiga quien se giró y agarrándola por los hombros, la instó a sentarse en un tronco, sin llegar a mirarla a los ojos, aunque sabía que le estaba observándolo asombrada.
            - Olivia, esto es complicado - explicó Maiga, soltándola - Intenta serenarte, por favor.
            - De… acuerdo - “Maiga está actuando extraño” - Pero entiende que estar en un bosque, un tanto alejados de la gente, asusta. - dijo intentando cortar un poco la tensión.

Su risa la relajó. Por fin la miró a los ojos y vio unos pequeños destellos dorados revoloteando en sus preciosos ojos verdes que la confundieron, sin embargo su amigo pestañeó, haciendo que volviera en sí.
            - En fin… - dijo Maiga, buscando en uno de sus bolsillos - Creo que ya va siendo hora - sacó una pequeña caja de terciopelo rojo y la tendió delante de Olivia - de que te entregue esto - dibujó esa sonrisa tan bonita que le encantaba a ella - ¡Feliz cumpleaños!

Aunque Olivia sonrió ante la sonrisa de su amigo, frunció el ceño porque no parecía tan alegre como solía estarlo cuando sonreía. Le dio las gracias al tiempo que cogía el regalo. Al abrirlo, no pudo evitar sonrojarse, sin entender muy bien porqué. El perfil de un dragón con las alas extendidas, sujetando y enroscando su cola en una especie de perla negra, que relucía con cierto brillo se hallaba en la pequeña caja, dejando a Olivia fascinada y extrañada sin saber porqué dicho colgante le hacía palpitar su corazón a una velocidad que creía que era imposible de alcanzar en estado de reposo.
            - Mu…- miró a Maiga, con los ojos como platos - ¡Muchas gracias!

Se levantó rápidamente y apoyándose en los hombros de él, le dio un beso en la mejilla, consiguiendo que se sonrojara. Volvió a sentarse, observando el colgante en la palma de su mano, un tanto absorta de su alrededor, pero Maiga la trajo de vuelta a la realidad, aclarando su voz.
            - Bueno, creo que todo comenzará a tener sentido a partir de ahora.
            - ¿A que te refieres?
            - Ven, te lo colocaré y empezaras a comprender nuestra historia.
            - De… de acuerdo.
Maiga cogió el colgante, el cual dio un pequeño calambre a los dos, aunque ninguno dijo nada al respecto. Algo en Olivia ansiaba colocárselo en su pecho lo antes posible, como si lo necesitara por encima de todo. Con la cabeza agachada, lo vio balancearse delante suya, reluciendo al contacto con los rayos del sol que entraban por los huecos de entre los árboles. Notaba como su pulso se aceleraba hasta que finalmente sintió como el frío metal se posaba en su pecho. Respiró profundamente, cerrando los ojos.
Un escalofrío recorrió todo su cuerpo al mismo tiempo que una voz retumbó en su cabeza, tan extraña como conocida.
Todo lo que una vez fue arrebatado, vuelve al lugar que le pertenece”

Abrió los ojos, encontrándose con la cara de Maiga, a pocos centímetros de la suya, con una expresión preocupada. Alzó la mano sin darse cuenta para tocar su cara pero él la interceptó antes y la atrapó entre las suyas, cubiertas con unos guantes que creía recordar que antes no llevaba.
            - ¿Estás bien?
            - Si - dijo, frunciendo el ceño - Creo que sí.
Notaba que su pulso se había calmado bastante. Las pequeñas explosiones que notaba en su pecho habían desaparecido y, sorprendentemente, se sentía plena. Se tocó las manos, bastante frías y de un tacto extraño, cuando Maiga le tendió una botella delante de su cara, obligándola a levantar la cabeza.
            - Tómate esto.
            - ¿Qué es? - la miró con desconfianza. No tenía muy buen color.
            - Es una mezcla de hierbas que hago para poder relajar el cuerpo y poder comunicarte con tu poder interior.

La miró desconcertada, cogiéndola. ¿Poder?
            - ¿Hierbas? ¿Esto no llevara Marihuana o alguna planta parecida?
            - ¡Olivia! - se cruzó de brazos, enfadado ante tal pregunta - Confía en mi, leches… ¿Cuándo te he drogado?       

Sonrió. No era tiempo para bromas y realmente quería una explicación de todo lo que había ocurrido. Si con beberse una sustancia de un color no muy agraciado para poder comprender que le habían estado ocultando sus amigos, pues lo haría. Después de todo, Maiga tenía razón. Siempre la había protegido.
Abrió el pequeño frasco y se lo bebió de un trago. Hizo una mueca de asco al notar como bajaba por su garganta con un sabor nada recomendable.
            - ¡Puaj! ¡Está asqueroso!
            - Nadie ha dicho que supiera a fresas. - dijo, cogiendo el frasco, al tiempo que comenzaba a susurrar cosas extrañas.
            - Si por el color ya se adivinaba que a eso no iba a saber.

Cerró los ojos y los apretó con fuerza, notando como le daban pequeños escalofríos por todo el cuerpo. Los abrió de nuevo, al mismo tiempo que notaba como Maiga tocaba su colgante y este se iluminaba. Todo a su alrededor se volvió negro. Antes de perder la consciencia y sentir como caía en una especia de abismo, oyó la voz de su amigo diciendo palabras que no tenían ningún sentido para ella.
Maiga respiró hondo. Cruzó las piernas, esperando que Olivia abriera los ojos, ya que solían desmayarse cuando despertaban su poder o probaban las hierbas, sin embargo se encontró a alguien totalmente distinto. No se movió, aunque tampoco habría ido muy lejos, ya que se encontraban en un vacío espacio-temporal.
            - Cuento tiempo, Rimna. - dijo con los ojos cerrados, intentando concentrarse.


<3
 

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